El mantenimiento para empresas es aquel que se enfoca en preservar la infraestructura hospitalaria, corporativa y comercial, es decir, en garantizar el funcionamiento de tres de los más importantes sectores económicos a nivel nacional. Por medio de planificaciones meticulosas y acciones oportunas, esta modalidad del mantenimiento se encarga de optimizar cada equipo, sistema e instalación bajo estrictos criterios de eficiencia, seguridad y legalidad. Sin embargo, para que sus estrategias produzcan beneficios, es indispensable contar con un aliado que tenga el conocimiento, las herramientas y la experiencia necesaria para aplicarlas adecuadamente y sin generar riesgos de ningún tipo.
Actualmente, la mayoría de los empresarios de éxito reconocen la importancia de proteger su infraestructura a través de las estrategias preventivas, predictivas y correctivas. No obstante, aún los emprendedores más experimentados cometen el error de gestionar su negocio sin un plan de mantenimiento que respalde sus actividades. Muchos otros atienden las fallas hasta el momento en que se presentan (hábito que puede generar accidentes, pérdidas económicas, multas y hasta clausuras) y, lo que puede resultar todavía más perjudicial, confían los ajustes y reparaciones a personal que muchas veces no cuenta con el know how ni mucho menos ofrece algún tipo de garantía.
Para evitarte disgustos, hoy te hablaremos sobre los procedimientos del mantenimiento aplicado a infraestructura empresarial, con el fin de que evalúes sus diferentes ventajas y aprendas a identificar si se está aplicando con profesionalidad…o no. ¡Sigue leyendo!
Un plan de mantenimiento profesional se distingue por su estructura, la cual se conforma por una serie de fases fundamentales en las que se integran métodos y estrategias de los diferentes tipos de mantenimiento. Esta estructura, conocida como “ruta crítica”, es rígida en tanto que el orden de sus procesos simplemente no puede alterarse; sin embargo, a la vez es sumamente flexible, pues se adapta a las necesidades de cada negocio y a las características de los activos que protege, así como al presupuesto disponible sin por ello reducir el impacto positivo del programa.
Los pasos básicos de una ruta crítica adecuada y productiva son:
El personal técnico visita tus instalaciones para llevar a cabo su estudio preliminar. En esta etapa, se identifican los equipos, sistemas y espacios que componen tu infraestructura y se realiza un historial de cada uno de ellos, contemplando aspectos como su importancia dentro de tus actividades, su frecuencia de uso, su antigüedad, sus reparaciones previas, las condiciones establecidas por la garantía, las especificaciones señaladas en los manuales, su ubicación, el ambiente al que están expuestos, las refacciones disponibles en tu inventario y en el mercado, etc.
Una vez que el equipo conoce a fondo tu infraestructura, comienza la fase de selección. Para realizarla, se realiza una lista de todos tus activos, en la que se jerarquizan según su grado de deterioro, los ajustes que requieran y los costos que implica su optimización. Esta relación debe considerar desde el equipamiento más pequeño hasta los sistemas más complejos, así como los elementos estructurales del inmueble.
Los esfuerzos del personal se concentran en elaborar un cronograma donde se establece la frecuencia de las revisiones y ajustes previstos en la evaluación. Los mejores planes de mantenimiento, cabe resaltar, entregan un programa anual con objetivos bien planteados, compuesto por 12 planificaciones mensuales que, a su vez, se conforman de un desglose semanal de actividades bien detallado. En algunos programas, la ruta crítica se segmenta también por semestres, trimestres y bimestres, según los activos incluidos y las intervenciones que requieran.
Cuando los cronogramas se aprueban, comienzan las labores de campo. Para cumplir con los objetivos del plan de mantenimiento, el equipo revisa el cronograma semanal con antelación para preparar las herramientas necesarias y adquirir las piezas de refacción requeridas. Igualmente, se repasan manuales de los equipos y los planos de las instalaciones que se intervendrán, a fin de completar cada procedimiento eficientemente y sin generar riesgos para el personal o los activos.
Concluidas las labores, el responsable de la cuadrilla se encarga de elaborar un reporte de servicio en el que puntualiza las actividades del día: los equipos o espacios intervenidos, las refacciones empleadas, los imprevistos que se presentaron, el tiempo de ejecución del trabajo, el estado en que se entregó el activo y recomendaciones sobre algún posible ajuste a los cronogramas según sus consideraciones. Cada reporte se resguarda (idealmente en formato físico y digital) en un archivo ordenado que será de gran utilidad a la hora de diseñar el cronograma del siguiente año.
Respaldar tu negocio con un plan de mantenimiento profesional y especializado en las necesidades empresariales no sólo es conveniente; es deseable. El poder de sus soluciones preventivas, el control que generan sus acciones predictivas y la respuesta inmediata para la atención de averías imprevistas producen, en conjunto, un dominio mayor sobre los equipos, sistemas e instalaciones que hacen de tu éxito una realidad. No obstante, un plan te ofrece otras ventajas de carácter operativo y financiero, por ejemplo:
Mediante las inspecciones preventivas y los monitoreos predictivos, evitas un porcentaje considerable de fallas, gracias a lo cual el rendimiento de tus actividades no sólo se mantiene estable, sino que se incrementa.
Cuando reduces la incidencia de averías, optimizas las condiciones laborales para tus colaboradores y generas un ambiente confiable para tus clientes. Recuerda que, por ley, tu negocio debe cumplir con ciertas condiciones infraestructurales, por lo que mantenerte al día en materia de protección civil y control de riesgos también te evitará multas y posibles clausuras.
Uno de los principales objetivos de cualquier metodología de mantenimiento es prolongar la vida útil de tus activos. Por medio de limpiezas, ajustes y reparaciones oportunas, es posible extender el periodo de máxima eficiencia de un equipo, eludir desperfectos graves y hasta aplazar la necesidad de realizar reparaciones más complejas o la sustitución del activo completo.
Las tres ventajas que enumeramos constituyen, en suma, una disminución de tus gastos, por ejemplo, en reparaciones aisladas llevadas a cabo por distintas personas y sin ningún tipo de control, registro o previsión, una práctica que, a largo plazo, representa una inversión mucho mayor a la que supone la contratación de un plan de mantenimiento anual.
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